jueves, 28 de mayo de 2009

LA VIA DEL DESIERTO Marie-Madeleine Davy ( VI )


En la Biblia, el Exodo enseña que las nupcias del Eterno con su pueblo bien amado tienen lugar en el desierto. Y es ahí donde se desarrolla la Alianza. No solamente los profetas celebran la importancia del desierto sino que Filón describe también su magnificencia. Su mensaje será retenido por los cristianos y servirá de comentario a los textos bíblicos que le conciernen. Filón, ese judío de nacimiento y de formación griega, va a operar un encuentro entre el Antiguo Testamento y la cultura filosófica griega. Poco a poco, se instaura una liturgia del desierto comportando oraciones exteriores e interiores, favoreciendo un comportamiento orientado hacia la dimensión divina. No obstante los evangelios no cantan al desierto a la manera de los profetas, ellos se refieren a la Antigua Alianza reteniendo el ejemplo de Cristo que se aleja de la multitud para orar y sufrir en el desierto las tentaciones del demonio. En el cristianismo, la era del desierto sucederá al tiempo de los mártires. Los cantos gozosos de los mártires serán reemplazados por el silencio y los ásperos combates llevados contra las pasiones.

El siglo IV estará marcado por una oleada hacia los desiertos con el fin de dejar un mundo poco propicio a la oración y a la meditación. La expresión "Padres del Desierto" se presenta en la Historia Lausiaca de Palladius, ella concierne a los eremitas de final del siglo III, y sobre todo de los siglos IV y V. Antonio el Egipcio (nacido hacia el 250) será considerado como el padre del eremitismo cristiano. La conversión de la mente, del corazón y de las costumbres se continúa todo a lo largo de la existencia. En el desierto, la metanoia, comprendiendo muertes sucesivas en las que se "muere sin expirar", como lo dirá más tarde Hedewiych, quita a la muerte física su habitual impacto. Los solitarios se reunían en la synaxis dominical. La oración común era lo más a menudo seguida de una comida fraternal. Los eremitas son discretos sobre su oración íntima. Ella forma parte del "secreto del rey". Ella brota del corazón y no pasa necesariamente por los labios. Pero el Eterno las percibe.

jueves, 21 de mayo de 2009

LA VIA DEL DESIERTO Marie-Madeleine Davy ( V )


El desierto es un lugar privado de caminos en el cual todo deviene vía de acceso. Tal es el misterio del desierto y de la oración brotante. En la privación de los caminos, en el seno de un perpetuo desenraizamiento exigiendo el rechazo de todo equipaje, es decir de toda posesión, de todo saber, de toda rutina, la existencia deviene novedad de vida. Y esta novedad comporta otro lenguaje en el diálogo de la oración, en el monólogo de las llamadas sucesivas y también en la vibración del silencio provocando el paso del tiempo a la eternidad.

La oración puede llevar consigo llamadas, demandas de socorro, el aligeramiento de una condición demasiado dura, el reconocimiento de los bienes recibidos. En el desierto interiorizado, la oración deviene una escucha y una visión, la oreja y el ojo se acompañan. "Escucha hija mía y ve" (Sal. 44,11): el oído se hace mirada contemplativa, él intelige hacia adentro. En ese instante, la oración suscita el asombro.

Un asombro tal nace del esplendor que se descubre: este escapa al decir y a la escritura. La oración deviene silenciosa. El miedo se disuelve. Ningún temor por el porvenir podría subsistir. El Eterno nutre el nómada del desierto, en el interior el lo protege, lo toma a su cargo y lo conduce.

lunes, 18 de mayo de 2009

LA VIA DEL DESIERTO Marie-Madeleine Davy ( IV )


Osar descender al desierto interior, o también tener la audacia de iniciar la ascensión de la montaña de adentro. Estos movimientos que podrían parecer opuestos son idénticos. En el desierto, la teología especulativa encuentra la plenitud de su ejercicio. Todo deviene espejo (especulum), reflejo, eco, evocación del recuerdo del Eterno presente de una presencia, vivenciada como ausente porque ella no es necesariamente sentida. El solitario mezcla su voz al canto de la naturaleza, a los ritmos de las estaciones, a la explosión de la primavera y a la desnudez del invierno. Como no evocar aquí la oración del heliotropo de la que habla Proclo en el arte hierático de los Griegos. Esta oración se dirige al sol al que ella sigue en su movimiento orientándose hacia el. El sol terrestre simboliza el sol divino.

Ciertamente, el hombre del desierto no encuentra ninguna vegetación en una tierra privada de todo ornamento. Sin embargo se descubre portador en si mismo del universo, ¿no es él un microcosmos conteniendo al macrocosmos?. Hildegard von Bingen ha sabido magnificar un contenido tal. Es en el interior donde se manifiesta la inmensidad de lo creado y su belleza.

Además, la teología especulativa se adhiere al termino specula cuya significación hace referencia a un lugar elevado de observación, a una montaña, el Sinaí, el Horeb, el Thabor. El monte secreto del interior coincide con una elevación, un cambio de nivel que comporta una distancia con respecto al valle, allí donde la multitud se apretuja. Ezequiel dirá: "montañas, escuchad" (33,28). El Eterno se sitúa simbólicamente sobre la montaña santa (Sal. 3,5: 19,1; 48,2, etc.). "Las montañas lanzan gritos de alegría" (Sal. 98,8), esas son sus plegarias, su acción de gracias. Ellas se estremecen de alegría (Isaias 55, 12), porque ellas devienen otros tantos caminos (Isaias 49,11).

sábado, 16 de mayo de 2009

LA VIA DEL DESIERTO Marie-Madeleine Davy ( III )


Con el salmista, el amante de la soledad puede exclamar: «Huiré a lo lejos, me albergaré en el desierto» (Sal. 54,8). Dejar su morada a la manera de Abraham sin saber lo que se va a descubrir, partir fuera, a la aventura, hollando tierras desnudas, o también partir hacia adentro, al lugar secreto donde "verdea" lo divino. La soledad en tanto que acercamiento a una "terra incognita" se manifiesta siempre reveladora.

En la partida la angustia, incluso el terror. ¿No es el desierto un mar de arena o de piedra, testimoniando una intolerable desnudez?. "Tierra árida y barrancosa, tierra de sequía y de tinieblas, tierra que ningún hombre recorre, en la que ningún hombre se instala", dirá el profeta Jeremías (2,6). La soledad aleja las diversiones, pero no las destruye. El combate cuerpo a cuerpo comienza tras el desapegamiento del mundo exterior. La mente se aligera lentamente, mientras que el ego comienza a fundirse progresivamente gracias al calor del sol interior. Los comerciantes del templo, constituidos por los pensamientos inútiles, intentan ejercer su comercio. Las ilusiones abundan. Y las potencias de las tinieblas acosan al solitario. Estas le abandonarán cuando haya renunciado a si mismo, a sus sentidos exteriores, a todas sus pasiones y sus deseos, cuando haya comprendido que debe evadirse con el fin de dejar libre espacio a lo divino que no podría cohabitar con una criatura. Lo creado y lo increado no pueden emparejarse. Es por eso que el desierto y la soledad que le acompaña se presentan a la manera de una zambullida en el vacío, de una experiencia de vastedad que provoca un gemido: "Desde el fondo del abismo, he gritado hacia ti" (Sal. 130, 1). Y el abismo del fondo del hombre clama hacia el abismo divino: abyssus abyssum invocat (Sal. 42,8). Ciertos traductores harán alusión a chorros, a cataratas. Para que el Eterno devenga una "roca", un pasaje por lo torrentoso se comprueba como necesario. La vuelta a la fuente no puede efectuarse sin paso por el tumulto de los remolinos.

jueves, 14 de mayo de 2009

LA VIA DEL DESIERTO Marie-Madeleine Davy ( II )



EL DESIERTO

"Yo voy a seducirla, a conducirla al desierto, y hablar a su corazón" (Oseas 2,16). La nostalgia de lo divino es enseguida colmada. Tras la seducción, sucediendo a una sorpresa, una escucha se instaura. La oración designa al oído en estado de vigilia, pero el principiante lo ignora. Corre el riesgo de multiplicar las peticiones, de reclamar ayuda. No sabe que él está siendo visto por Dios.

Todo el problema de la oración se sitúa en este nivel preciso. Solo la transparencia permite ser visto. Y el hombre crea obstáculos por el grosor de su cuestionamiento y de sus parloteos. Mezcla la paja y el grano, la letra y el espíritu. Que se retire... y Dios podrá actuar en él. El itinerario de la oración no es nada más que un vacío de si mismo. Lo creado se aleja para dejar el lugar a lo divino.

martes, 12 de mayo de 2009

LA VIA DEL DESIERTO Marie-Madeleine Davy ( I )


Desierto geográfico o desierto descubierto en el interior de uno mismo, uno y otro se asemejan por la significación de sus simbolismos. Todo desierto provoca la oración, como en la leche entera la nata sube a la superficie. Una comparación tal puede parecer insólita. Su única ventaja es la de evocar una espontaneidad que se opera naturalmente, sin que sea necesario recurrir a técnicas o a "instrucciones de uso". Las religiones vehiculan la oración. Se ha dado una gran importancia a la oración vocal. Se piensa de buen grado que las palabras –cargadas de energía– poseen por ellas mismas poderes. Tales procedimientos se emparentan más o menos estrechamente con la magia. Sin embargo la oración secreta no ha cesado de encender los corazones en estado de vigilia.

Entre las diversas tradiciones que incluyen la oración, el judeo-cristianismo tiene un papel esencial. Este aparece particularmente resaltado en los Salmos y los Profetas. "Que mi oración llegue a tu presencia", pide el salmista (88,3). El Eterno está abierto a la voz de la oración (cf. Sal. 66,19); él percibe la oración del justo (Prov. 15,29), del hombre desdichado y miserable (cf. Sal. 102,1; 102,18).

El Nuevo Testamento insiste sobre la necesidad de un contacto permanente con Dios. Pablo recomienda orar sin cesar (Tes. 5, 17). Yendo por delante de las criaturas, Dios las invita a responderle. Cristo se aleja de la multitud para orar y aconseja que uno entre en su habitación y cierre la puerta con el fin de entregarse a la oración. Habiendo sido conducido por el Espíritu Santo al desierto, Cristo será allí tentado por el diablo (Mat. 4, 1-2). En adelante la relación entre la oración y el desierto se presenta siempre con una faceta de sombra. Si el orante va a escuchar a Dios en su propio desierto, encontrará ahí necesariamente los "demonios" que no solamente le habitan sino que él alimenta.

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viernes, 8 de mayo de 2009

LA SOLEDAD - COMUNIÓN CON EL MISTERIO INTERIOR - MARIE MADELEINE DAVY (IV)


Novedad del instante presente

La verdadera soledad da acceso a una dimensión desconocida. Ella supone un aprendizaje como el de la lectura para los niños o el del aprendizaje de una lengua extranjera para un adulto.

El hombre no se sumerge en la soledad como un bañista, sabiendo nadar, que se lanza con soltura a un lago. La iniciación a la soledad es un arte comparable al «arte de amar» y también al «arte de morir». Muerte a si mismo adelantándose al fallecimiento. La formación del solitario supone previamente no un saber sino un conocimiento. Este modifica su horizonte. La novedad consiste en el paso de lo conocido a lo desconocido. Solo puede hablar de la soledad aquel que posee la experiencia de ella. La novedad de la vida instaurada por la soledad aparece comparable a una muerte. En cierta manera, una forma de muerte está detrás. La soledad conlleva un abandono del pasado y también de todo porvenir.

Esta novedad de vida proviene del acceso al instante presente, favoreciendo la libertad y el equilibrio. El solitario no puede cojear, escoge un "paso a paso" que facilite el ahondamiento. El descubrimiento de lo desconocido que va a vivir le parece antes que nada una inusularidad. Este aislamiento se romperá en la medida en la que abandonándose a si mismo, el solitario se da cuenta que cuanto más se vacía de lo inútil, más se vuelve hermano de todas las criaturas: vegetales, animales, hombres. Y esto sin ninguna excepción. Toda tendencia racista constituiría una trampa, un engaño. No hay nada que rechazar ni que privilegiar.

Marco Aurelio ha insistido sobre «la fugacidad del instante presente». El aconseja: «No te dejas perturbar por la representación global de toda tu vida» (Pensamientos VIII, 36). Dirá también: «El presente se reduce al máximo si se intenta delimitarlo». Esta delimitación del presente permite captar su carácter infinitesimal. En lo inmediato, el porvenir se vuelve pasado.

Salir de si, dejarse, hacer el vacío. Ahora bien el vacío llama a la plenitud. Esta plenitud atañe al acceso a una nueva dimensión. Poco importa el nombre que se le de. Ninguno le conviene. La estación que designa el instante presente, coincide con una perpetua primavera ofreciendo sus flores y sus frutos. El cerezo no come sus cerezas ni el manzano se come sus manzanas; las dan sin por ello glorificarse. Que el solitario les imite, no experimentará ninguna consciencia de lo que le atraviesa gratuitamente y puede llegar al otro en secreto.

Los significados de las diversas soledades corresponden a la densidad de los silencios subrayando a la palabra. Soledades y silencios desencadenan ecos cuya amplitud es percibida siguiendo el afinamiento de la escucha. Por el hecho de su movilidad, los grados de concentración no cesan de variar. Recogimiento y disipación mental engendran oposiciones. La soledad exterior e interior favorecen la captación y la amplitud de la recepción.

En el Misterio, ciertos ermitaños de Oriente y Occidente no muestran su rostro. Ellos tienen acceso a una dimensión inusitada: la del ala, del vuelo visto en su sentido simbólico. Por eso ellos salen habitualmente de la condición humana. No se podría negar su realidad. (Muy antiguo, este tema del ala a sido maravillosamente tratado por Platon).

En cuanto a la soledad del corazón, se diferencia totalmente de la soledad física. Independiente, puede sin embargo acompañarla. La vastedad del espacio interior es inconmensurable. No estando limitado por ninguna frontera, es ilimitado.

A nivel simbólico, el corazón posee orejas y ojos. Según el Abba Antonio (Apotegmas), «aquel que practica la hesiquia en el desierto, está liberado de tres tipos de luchas: la del oído, la de la palabra y la de la vista. Solo le queda un solo combate: el del corazón»

Esta mutación se sitúa más allá del optimismo y del pesimismo concerniendo a los acontecimientos y los hombres. La verdadera sabiduría exige poder dominar con soltura estos opuestos. Si no, estamos sin cesar quebrados, descuartizados, agrietados en sentidos contrarios. A menos que se trate de una máscara camuflando una cierta mediocridad adaptada a las diversas circunstancias. Llegar a ello totalmente es bastante raro. Es ese el fruto final de una existencia evacuando las brechas de sombra que no cesan nunca de invadir en ciertos instantes.

No nos abandonemos a la imaginación. Actualmente la soledad no está de moda. Comparable a la lava de un volcán, lo social va de conquista en conquista.

Con toda evidencia, los hombres que han hecho la elección de la vida solitaria corren el riesgo de ser rápidamente rodeados de mujeres. Estas se emplean benévolamente en facilitar sus vidas. Para las mujeres, el problema es rigurosamente diferente.

Ante la muerte física, el problema de la soledad no se plantea. Aquellos que han tenido accidentes de avión saben que afrontar la muerte de una manera colectiva se distingue totalmente de la proximidad de la muerte individualmente. ¿Es posible quitarle a alguien la angustia de la agonía personal? El amigo de la soledad exterior e interior preferirá vivirla en el más estricto aislamiento. Otras personas aceptarán con gratitud la ayuda de un entorno especializado en el amistoso acompañamiento.



Concretamente, estas páginas se aplican a una visión particular que es imposible de generalizar. Las exposiciones sobre la soledad cambien según la diversidad de las experiencias. Cada uno vive de manera diferente la soledad. A este respecto, las experiencias no se suman sino que se iluminan mutuamente completándose en la amplitud de una orientación idéntica.

Semejante a un sol luminoso transformador gracias a la intensidad de su luz, la soledad permite la irrupción de la Eternidad en el Tiempo. A condición siempre de realizarla con lealtad, lucidez, discernimiento.

Una frase de Henri Le Saux se ofrece a modo de conclusión: «... En lo más profundo del interior, ya no hay más ni interior ni exterior, sino solo el océano incircunscrito del Misterio»

La soledad es una comunión con el misterio interior.

jueves, 7 de mayo de 2009

LA SOLEDAD - COMUNIÓN CON EL MISTERIO INTERIOR - MARIE MADELEINE DAVY (III)


El contexto exterior

¿En que medida el solitario debe mantenerse al margen del contexto histórico? Capital, una tal cuestión conlleva varias respuestas.

Romper con el tiempo histórico es a menudo una trampa. Ciertas personas quieren salvaguardar su tranquilidad desinteresándose de las guerras, de las violencias, del sufrimiento humano. Todos ellos puntos neurálgicos sobre los que es imposible ejercer el menor impacto.

Poco importa el lugar donde esté el solitario. Las consecuencias de la incoherencia actual podrán tocarle. Flotan en el aire que respira y le alcanzan de frente o secretamente. Según los temperamentos, desprenderse de los tiempos exteriores puede exigir grandes esfuerzos.


Temas de meditación

Entregarse a la reflexión y al estudio es algo que conviene al solitario. Tal será su labor cotidiana mantenida con rigor. Siguiendo sus opciones, tendrá en cuenta sus preferencias sin padecer las influencias provenientes del exterior. La fidelidad a su singularidad se impone y está estrechamente ligada a su cultura. No obstante, estamos ligados a una época orientada hacia el universalismo. El acercamiento a los misterios varía necesariamente en el curso de la historia. La apertura es posible en la medida en la que todo sincretismo es evitado. Es esa una trampa en la que se cae fácilmente y en la que el buscador –privado de discernimiento– se vuelve fácilmente la víctima.

Los autores que han tenido un papel mayor durante la existencia no tienen por que ser abandonados. Por ejemplo Maestro Eckhart siempre susceptible de ser releído con provecho.

Otros textos pueden constituir una ayuda eficaz, como por ejemplo el Upanishad del Renunciamiento:

«Quien no tiene ningún sentido de su estima, está sin ego, libre de los contrarios, no tiene ya más dudas, no se encoleriza, ni odia, ni miente»

«El sabio permanece sin signo visible, sin objetivo visible, como el insensato, el niño. El es el poeta, pero él debe como un mudo, mostrar el Ser a los hombres por su sola visión del Ser»

«Que el sabio no actúe ni hable, ni tenga buenos ni malos pensamientos (de este mundo); no teniendo gozo más que en el Ser...»

Es posible añadir algunos pasajes de Jakob Bohme recientemente publicados:

«Si puedes un instante arrojarte en ese lugar en el que ninguna criatura habita, entonces, oyes lo que Dios dice.»

«¿Ese lugar está próximo, pregunta el discípulo, está lejano?

– Está en ti, dice el Maestro. Y si puedes durante una hora hacer silencio de todo tu querer y de todo tu pensamiento, entonces escucharas las palabras inexpresables de Dios»

«Cuando te mantienes en el reposo del pensar y del querer de tu existencia propia, entonces el oído, la vista y la palabra eternas se manifiestan en ti, y Dios escucha y ve por a través de ti.»

«Tu propio oído, tu propio querer, tu propia vista, he aquí lo que te impide ver y escuchar a Dios»

«Pero si has abandonado el modo imaginario, entonces lo encuentras en lo que está más allá de las imágenes y dominas todas las criaturas en el fondo de donde ellas han sido creadas. Y nada sobre la tierra puede dañarte, porque todas las cosas te son indiferentes y no hay nada que no te sea indiferente.»

«Ahí donde el hombre no se establece, ahí donde El tiene en el hombre su vivienda.»

«¿Cómo es que tan pocos hombres Le encuentran, cuando todos Le desean?

– Es que todos, Le buscan en alguna cosa, es decir en la opinión imaginaria, en su propio deseo, y ellos tienen todos su propia satisfacción en la naturaleza.»

«Incluso si el Amor se ofrece a ellos, El no encuentra lugar en ellos. Ya que lo imaginario de la voluntad propia se ha instalado en su lugar y quiere tener en si lo imaginario de su propia satisfacción.»

«Ahí donde el camino es más áspero, ve ahí. Lo que el mundo rechaza, tómalo. Lo que el mundo hace, no lo hagas.» (Jacob Bohme, De la vie au-delá des sens)

lunes, 4 de mayo de 2009

LA SOLEDAD - COMUNIÓN CON EL MISTERIO INTERIOR - MARIE MADELEINE DAVY (II)


Los peligros

Aquel que pensaba encontrar el reposo gracias a la elección de la soledad se equivocaría grandemente. La persona en cuestión va a afrontar zonas de sombras que él no ha podido nunca evacuar durante su existencia. Sus «enemigos» varían. No son idénticos a los de su juventud y su madurez.

Frente a la soledad, los peligros son numerosos. Nunca serán vencidos de una manera definitiva; combatirlos forma parte de lo cotidiano. Un solitario no advertido podría creerse superior ya que parece ser autosuficiente. Así un orgullo pueril se filtraría subrepticiamente en él. El gusto de compararse con los demás debe ser también enteramente destruido, si no se instala una errancia, una fluctuación en un individuo que se figura estar enraizado en la soledad, como un árbol en la tierra.

Un estado constante de vigilia y de vigilancia aparece como indispensable. Eso no es fácil de mantener. En cuanto se relaje, o simplemente se desperece, el solitario va a sumergirse en un hervidero de ilusiones. Estas merodean alrededor de él en ciertos momentos de inatención, le invaden y proliferan como si fueran ratas.

El abanico de errores a evitar comporta diversas páginas. El solitario que se tomase a si mismo como un dispensador de consejos se instalaría en el engaño. No hay lugar para considerarse como un guru. A la búsqueda de discípulos, se volvería un comediante más o menos dotado para el juego. La soledad exige el quitar todas las máscaras de las que se ha podido uno disfrazar durante su existencia. Esas máscaras se ajustan unas en otras a la manera de las muñecas encajadas conteniendo cada vez ejemplares más y más pequeños.

Los desapegos se imponen, en particular con relación al pasado. Un solitario debe abandonar los recuerdos relacionados con la infancia, la juventud y la madurez. De otro modo será un perpetuo prisionero de si mismo. Ahora bien, la soledad engendra la libertad. No ser ya mas su propio verdugo o carcelero. Evadirse para optar por una vida totalmente nueva.

La acedía (la desgana espiritual) puede cogerle al solitario. A menudo, esta actitud está acompañada de «pensamientos oscuros» y de una tristeza que engendran un gran desasosiego. Solo la profundidad de la interiorización pueden hacerle salir de ahí.

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viernes, 1 de mayo de 2009

LA SOLEDAD - COMUNIÓN CON EL MISTERIO INTERIOR - MARIE MADELEINE DAVY (I)



Se presentan tantas formas de soledad como sujetos para intentar vivirla. Considerada en su apariencia exterior, el acceso a la soledad debe resultar de una elección deliberada. Impuesta desde adentro, por motivos independientes de la voluntad, se vuelve rápidamente una insostenible prueba que es necesario rigurosamente evitar. Si no, la soledad engendra un estado depresivo tanto más cruel en cuanto que no se puede superar.

El error sería creer en la uniformidad de la existencia solitaria. Los tipos de soledad son diversos; corresponden a las particularidades, a las diferencias esenciales y también a las vocaciones a descubrir por un precedente conocimiento de si.

De todas maneras -poniendo aparte los casos excepcionales- la opción hacia la soledad no concierne a los jóvenes ni tampoco a los individuos de edad madura. Es al final de la existencia cuando es posible privilegiarla. Marginal, el solitario se retira conscientemente de la travesía, de los acontecimientos, del mundo exterior. Y esto por motivos que le son estrictamente personales.

Salvo excepciones, aquellos que tienen responsabilidades de familia, padres, hijos, no tienen la aspiración de vivir en soledad. Elegirla concierne a personas privadas de responsabilidades y provistas de un temperamento independiente. Conscientes de su ignorancia, quieren colmarla antes de su muerte.

Siguiendo un pasaje del Eclesiastés (Quoelet 3,1,sg) «hay un tiempo para plantar, y un tiempo para arrancar lo que ha sido plantado... un tiempo para guardar, y un tiempo para arrojar... un tiempo para callarse, y un tiempo para hablar.» Glosando estos textos, sería posible añadir: «hay un tiempo para viajar y un tiempo para la estabilidad; un tiempo para enseñar a los demás, ser conocido, y un tiempo para entrar de una manera definitiva en el incógnito, el perfecto anonimato antes y después de la muerte». Esta decisión conviene a ciertos solitarios y debería ser totalmente respetada por sus amigos y también por los desconocidos que desearían tomarlos como protagonistas de artículos...

Las soledad reviste varios sentidos: vivir solo, sin compañero o compañera. Encontrarse raramente con alguien. Ausencia de visitas. Lucha incesante contra el vagabundeo de los pensamientos. Las distracciones –de dentro o de fuera– provocan un tambaleo ligero o violento.

Creerse solitario porque se vive solo en una ciudad –grande o pequeña– no coincide con la verdadera soledad. Encontrase con personas en el metro, los autobuses, la calle, conlleva elementos de dispersión.

Según los Apotegmas, Abba Arsenio retirado a la vida solitaria, formulaba esta plegaria: «Señor, condúceme por la vía de la salvación». Entonces escucho una voz decirle: «... huye, calla. Guarda el recogimiento» (Fuge – Tace – Quiesce).



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